Una de las lecciones más importantes del minimalismo es que los mejores regalos son experiencias, no son objetos. Si en este momento está tratando de encontrar el regalo perfecto para alguien, y ha recorrido toda la ciudad y todavía no lo encuentra, deténgase. Puede que el regalo perfecto esté frente a usted y no se haya dado cuenta.
El problema con regalar objetos
El problema con regalar objetos, es que el mundo nos ha hecho muy complicado regalar. Cada día, nos presentan expectativas y estándares nuevos para regalar… este mes lo «in» es regalar una cosa, el mes siguiente es otra diferente, la siguiente temporada los estándares cambian por completo… en este momento es casi imposible ir de compras, y salir totalmente satisfechos con el regalo que elegimos!
Además está el problema de que todo objeto, eventualmente se convierte en una cosa más en la vida de la persona a la que se lo regalamos. Eventualmente no será tan útil como nos imaginábamos, irá a dar a una gaveta junto con 1000 objetos más que llegaron bajo el mismo concepto, y complicará la vida de la persona que lo recibe.
Eso sin entrar a discutir, por supuesto, todo el tema del uso de recursos para fabricar ese objeto, de dónde vino, si terminará o no como basura electrónica…
Las experiencias son para siempre
Un objeto que regalemos es efímero. Cumple una función durante algunos meses, va a dar a una gaveta.
Pero una experiencia no lo es. Una experiencia puede ser mucho más corta, puede durar unas horas, unos días, pero en nuestra mente perdurará para siempre.
Piensen en lo siguiente: cuántos regalos han recibido durante su vida, y de cuántos se acuerdan verdaderamente? Probablemente sea un mínimo los que recuerdan. Y esos que recuerdan, generalmente están asociados a una experiencia. Los recuerdan porque generaron un cambio grande en sus vidas, porque les abrieron la posibilidad de explorar nuevas cosas, o porque les permitieron cumplir alguna meta que se habían propuesto.
Y de seguro, se acuerdan de muchas más experiencias que de cosas. Probablemente les sea difícil recordar cada regalo que recibieron en Navidad, pero si recordarán cómo fue la Navidad de muchos años. No recordarán un regalo que les dieron en su cumpleaños, pero si recordarán lo que estaba escrito en la tarjeta que venía con ese regalo.
Los objetos se olvidan, se pierden, se desgastan. La memoria no.
Y la memoria puede agregar muchísimo más valor a nuestra vidas. Porque dentro de una década, dos décadas, tres décadas, el recuerdo nos seguirá aportando cosas positivas.
Cómo regalar experiencias, y no objetos
Lo mejor de regalar experiencias y no objetos, es que simplifica tremendamente el proceso de elegir y regalar. Porque en una experiencia, generalmente lo que importa no es lo que hagamos, sino el tiempo que compartimos con la otra persona.
Y esa es la parte más importante a la hora de regalar una experiencia: compartir. Mucha gente cae en el error de comprar un certificado de regalo en un spa o un paseo para alguien… y ya. Ahí está el certificado, vaya al paseo o al spa. Está bien, pero falta la parte de compartir. Que sea una experiencia compartida va a amplificar un montón de veces su valor.
En vez de gastar $100 en un día ultra-premium de spa para una persona, compre un paquete menos premium, para dos personas. Recorte un poco el presupuesto, e incluya un almuerzo o una cena para los dos. Hágalo una experiencia compartida.
Y muy importante: esté presente en la experiencia. Ese día, limpie su agenda. Deje su teléfono celular guardado. Dígale a la gente que no está disponible. La experiencia compartida es entre usted y la otra persona, no entre los dos y su celular o su oficina.
Pruebe regalar una experiencia en vez de un objeto. En poco tiempo se convencerá de que tiene muchísimo más valor, y que probablemente ha estado regalando mal todo este tiempo.