Todos tenemos preocupaciones, y a todos nos toca enfrentarlas a diario. Todos pasamos por periodos de estrés y periodos de tranquilidad, es parte de la vida. Creo que no conozco de alguien que esté exento de esta realidad.
El otro día estaba viendo en internet unos escritos de Ned Hallowell, un psiquiatra especialista en trastornos de déficit atencionales. Hallowell ha pasado más de una década publicando libros acerca de los trastornos atencionales, y en especial, de cómo el mundo que nos rodea hace cada vez más propenso que le pongamos menos atención a lo que realmente es importante. Para nadie es un secreto que el mundo está diseñado para robar nuestra atención: el bien más cotizado actualmente en todo el mundo es la atención de las personas, y todos quieren captarnos unos pocos segundos, para transmitirnos algún mensaje. Esa es la ciencia de la publicidad, una industria en donde el año pasado se invirtieron cerca de $220.000 millones solo en Estados Unidos.
A través de los años, Ned Hallowell se ha dado cuenta de algunas técnicas que podemos usar para ser más felices y más productivos. Y en sus diferentes publicaciones las explica. Hay una en particular que tiene que ver con la resolución de problemas, que me gustó bastante: nunca se preocupe a solas (never worry alone).
Nunca se preocupe a solas
Es muy diferente tener preocupaciones y pensar en ellas cuando se está solo, que cuando se está acompañado. La mayoría de nosotros cometemos el error de dejar que nuestras preocupaciones nos invadan cuando estamos solos, incluso muchas veces buscamos la soledad para «analizarlas sin interrupciones».
Cuando hacemos eso, la preocupación se empieza a volver tóxica y dañina. Nuestros pensamientos comienzan a dar vueltas y vueltas sobre lo mismo, empezamos a «descubrir» (o mejor dicho, «inventar») nuevas ramificaciones y consecuencias del problema, y cuando nos damos cuenta tenemos un monstruo de preocupación, totalmente salida de todo control y sin aparente solución. Verdaderamente nos creamos una tormenta en un vaso de agua.
Esa preocupación que ya no representa un recordatorio de algo que tenemos que solucionar, y se convierte en algo mucho más grande que nos invade y nos termina dominando e incapacitando, es lo que se llama una preocupación tóxica.
Y no es nada buena: aparte de los problemas de estrés y ansiedad que nos genera, la forma descontrolada en que la terminamos abordando nos evita muchas veces encontrar verdaderas soluciones al problema.
Un mecanismo que contrarresta nuestra tendencia natural a sobredimensionar las preocupaciones, es discutirlas con otras personas. Cuando discutimos una preocupación con alguien más, esa persona nos ayuda a mantener nuestra perspectiva bajo control, y evita que caigamos en un ciclo de preocupación tóxica. Discutir una preocupación con otra persona, es verdaderamente caminar hacia la resolución de los problemas.
Está bien hacer algunos análisis y reflexiones a solas cuando tenemos una preocupación. Muchas veces eso nos permite orientarnos mejor e ir definiendo una estrategia. Pero no debemos entender que esa es la única forma de resolver los problemas. En el momento en que una preocupación va más allá de lo que razonablemente podemos manejar solos, y comienza a salirse de control y meternos en ese ciclo de estrés y ansiedad, debemos deternos y buscar a alguien más que nos ayude en la solución. Preferiblemente alguien que tenga conocimiento en el tema que nos preocupa.
Recuerde esta frase muy simple, que le va a ayudar muchísimo en su vida: nunca se preocupe a solas.